
J.L. se presta, pues, a poner punto final a su mini-biografía, pero antes de despedirse le gustaría hacer notar una cosa más. Estos últimos días, con todo el trajín de la edición, siente cierta inquietud por tener que presentar el libro delante de un auditorio. Le entran sudores fríos al imaginar que le hacen preguntas personales, o que alguien del público, algún pedantillo con boina francesa y bufanda al cuello pueda levantarse en un momento dado y preguntarle: “¿Cree Vd. que la deconstrucción del personaje puede interpretarse como un intento de la novelística actual por enfrentar la figura del mito desde su propia idiosincrasia coyuntural?”. Pero, con ser terribles estas fantasías, no lo son tanto como el hecho de que él deba estar preparado para hablar, llegado el caso, durante dos horas. ¡Dos horas!
Por todas estas razones, para rebajar su ansiedad, J.L. ya ha decidido que antes de cada evento se va a tomar un par de copazos en el bar más próximo. Si tienes alguna recomendación adicional para que este muchacho atribulado pueda enfrentar de mejor grado sus temores respecto de la presentación, por favor, haznos llegar tu consejo. Muchas gracias.