

Pasamos un rato muy agradable, y agradecemos a todos los presentes el cariño y la atención con que nos acogieron. También queremos agradecer a Dolors Forcada, así como a sus colaboradoras, la inestimable ayuda prestada.



Estas son las palabras que ha querido dedicar a nuestro libro la aritsta tinerfeña Elba García, durante años actriz del TEU, entre otros, y escritora de varios libros de poemas y relatos:
¡Hola, amigos lectores!
sobre la génesis de mis cuentos y provocando alguna que otra sonrisa.
pude percibir con más fuerza el cariño de la gente.
Queremos destacar y agradecer la cooperación y entusiasmo por parte del público leridano, que nos dio una cálida acogida y que nos hizo sentir muy satisfechos con sus elogios y comentarios. El señor Juan (quien compró el primer ejemplar de nuestro libro y, después de haber estado ojeándolo antes y durante la presentación preguntó si pensábamos hacer una segunda parte), Fanny (una señora en primera fila que se levantó al final del acto y preguntó si podía llevarse el libro en ese mismo momento firmado por todos), Josep y Montse (una encantadora pareja de hermanos a la que espontáneamente Joan les tomó prestado el ejemplar que habían comprado para leer al público un fragmento de su "Lucy y el viejo"), Rosa Solé (quien comentó que estaba encantada de ver un proyecto tan bonito llevado a cabo por un grupo de amigos de edad tan variada)... Guardaremos un grato recuerdo de todos. Gracias por querer compartir ese rato con nosotros.
Debe de haber, según creo, muchas puertas que conducen a esta tierra, pero en nuestros archivos sólo hay censadas cuatro: un hueco angosto, junto a la pared llena de pintadas de un solar a las afueras de un suburbio de Varsovia; un aliviadero de aguas fecales bajo un puente de Teherán; el soportal en ruinas de una de las primeras iglesias cristianas, sepultada por un terremoto en el siglo sexto. La cuarta, la puerta a la que yo llegué una mañana de invierno, ni siquiera podía llamarse como tal. En realidad era sólo un marco desnudo, negro y pulido, levantado en mitad de un valle pedregoso, pero al traspasar su umbral la realidad que me había rodeado cambió por completo. El cielo mudó de color y la tierra montañosa por la que había caminado durante varios días cedió su paso a un páramo vasto y plano. El aire olía a humo. El viento tironeaba de mi ropa y levantaba nubes de polvo que me arañaban la piel.
Aunque el cielo amenaza lluvia, Ramón sigue contando las olas del mar. Le hubiera gustado ser marinero, como su padre; y más aún, un pirata, cuando a lo lejos ve pasar un barco y lo persigue a cañonazos desde su silla de ruedas hasta que desaparece en el horizonte. Entonces, exhausto por la batalla, vuelve a contar las olas del mar. Comienza a llover, y aunque un pececillo salta entre las olas, no tiene tiempo de cerrar los ojos y dejar que sus inmóviles piernas aleteen tras él. Hoy estará triste, y verá más televisión; pero se ha propuesto, mañana, bucear hasta el Mar Pacífico sin salir a respirar ni una sola vez.
En esta ocasión viajo en autocar hacia Toledo para solucionar cuestiones administrativas. En los asientos traseros hay varias personas cargando de humo el reducido espacio. Intento distraerme con el paisaje y acabo abriendo mi diario. Me gusta incluirlo en los viajes porque me ayuda a reflexionar y recordar el pasado sobre un asiento con dirección al futuro. Y en la mayoría de estas reflexiones aparece mi padre, aparece Julián.
La niña cogió confiadamente su mano sin soltar una lágrima. Sus ojos redondos de un verde tierno mirando los suyos. Tendría tres años a lo sumo. La sacó de su sillita en la trasera del coche.
Intentó leer al principio con atención, pero sus ojos se escapaban una y otra vez hacia la rubia de delante, sus labios pintados, la curva de su cuello, sus hombros desnudos. Ahora ella miraba con ojos soñadores por la ventana, a veces sonreía un poco. “Quién pudiera ocupar sus pensamientos”, pensó Marcelo. La mujer se sentaba con la espalda recta como una reina, una pierna cruzada sobre la otra y las manos apoyadas sobre la rodilla. Parecía nerviosa, la punta del pie no paraba quieta. Recordó que Lucía, su compañera de trabajo, tenía unos zapatos muy semejantes. Sin embargo, las dos mujeres no se parecían en nada.
Dejé la máscara sobre la cómoda. Mi pijama seguía sobre la cama. Lo sustituí por el traje tras la ducha y me metí en la cama. Apagué inútilmente la luz de la mesilla de noche para dedicarme a dar vueltas bajo las sábanas. El cansancio no lograba vencerme. Estaba a punto de volver a levantarme cuando escuché la llave en la cerradura. Me quedé quieto en mi lado de la cama, en silencio. La puerta de la calle se abrió y se cerró. Los pasos se entretuvieron un momento en el vestíbulo -las llaves al cenicero, el abrigo en el colgador- y se acercaron por el pasillo hasta la puerta del dormitorio, que estaba entornada. Cerré lo ojos, fingiéndome dormido, y la puerta se abrió. Vaciló unos segundos antes de entrar; la noté pasearse por la habitación, por delante de mí, abriendo el vestidor... Yo fingía con esmero mi respiración. Finalmente entró en el baño y abrió el grifo de la ducha. Estuve despierto todo el tiempo; la oí enjabonarse y enjuagarse, lavarse los dientes, destapar sus tarros de crema de noche y lociones mágicas antiedad que no necesitaba. La oí también mientras todo estaba en silencio; la imaginé hidratando sus piernas, atusándose el pelo ante el espejo, quitándose las lentillas. Me sobresalté cuando abrió la puerta del baño. Se metió directamente en la cama, en su lado, dándome la espalda. Entonces abrí los ojos. Por debajo de las sábanas distinguí el camisón de seda color marfil. Por unos instantes temí que se diera la vuelta, o que me hablara, pero no lo hizo. Su larga melena rizada era lo único que llegaba a rozarme, suave y con reflejos dorados. No se había lavado el pelo. Todavía olía a violetas.
Nacido en Barcelona el 14 de octubre de 1945, hijo de Juan Alós, afamado violinista; sobrino de Angelina Alós, reconocida ceramista, y nieto de Gonçal Batlle, rapsoda y poeta.
en público infinidad de informes en los que ha tenido que conjugar la claridad de la expresión con la emoción de la convicción.
José Luis es ingeniero informático de profesión y trabaja rodeado de ordenadores. Le gusta mucho el cine y la lectura, aunque reconoce que las siestas que se echa después de comer, unidas a su pereza congénita, le dejan menos tiempo libre del que querría. Precisamente esa pereza ya ha empezado a avisarle de que se está extendiendo demasiado en esta presentación, que para qué dar tantos detalles, que quizá va siendo hora de dejarlo ya.


eza.
El día 26 de MARZO a las 19´30 h. tendrá lugar, en la Biblioteca pública de Lleida, la presentación de De la vida y otros viajes a cargo de dos escritores de la tierra: Isidoro Filella y Assumpta Solsona. A su vez, asístirán a la presentación el editor del libro y los demás escritores que puedan asistir.

Así comenzaba el informe de lectura que recibimos por parte del editor de Atlantis cuando nos enteramos de que íbamos a publicar nuestro libro con ellos. Aquí tenéis parte del contenido de la carta: Un libro de relatos